Entre 1910 y 1970 se acabaron con más de 1,5 millones de ballenas en aguas de la Antártida. Durante 10 años se recogieron datos para un estudio de 321 ballenas de diferentes especies y se descubrió que comen el doble de krill de lo que se pensaba y después devuelven al agua el hierro encerrado en el krill al consumirlo, poniéndolo a disposición del fitoplancton.
Gracias a este dato, se estima que sería posible restaurar los ecosistemas oceánicos siempre que las poblaciones de estos mamíferos logren recuperarse.
Luchemos para conseguirlo.